El rostro de la muerte es un vacío infinito, una nada estática, la inexistencia y el final de un absurdo increíble.
El rostro de la vida es la incertidumbre, la angustia, la rabia, el coraje, los eternos problemas irresolubles y este ansia de descansar al fin de tanta batalla, tal vez insalvable, que nunca llega a ningún lado frente a tanto terror.
Pero el rostro del amor es un ser en particular que me eleva hasta el firmamento y cada anochecer me asomo, carente de toda prudencia, a la constelación de sus ojos, tiene la mirada del jaguar, el cabello rizado y los labios insinuantes, sus manos menudas son tan hábiles que dan la vida con un giro de muñeca, sus palabras son siempre puñales desesperados que se clavan en el alma con un gemido atronador, su alegría es mi mejor gozo y su pesar mi dolor y mi tristeza, sus actos le delatan aunque guarde silencio y yo me nutro de su respiración cuando rompe mi soledad.
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